Trabajo elaborado por Paula Venero, alumna de la Universidad Nacional de La Plata.
“Y esa noche escuchó el disco y creo que lloró por muchas cosas…
Lloró sin saber demasiado porqué lloraba, que oscuro llamado lo requería
desde esa balada que ahora, ahora sí, cobraba todo su sentido…”
Lloró sin saber demasiado porqué lloraba, que oscuro llamado lo requería
desde esa balada que ahora, ahora sí, cobraba todo su sentido…”
(...)
“Pero la música es una tierra de nadie donde poco importa que Turandot sea frígida
o Siegfried ario puro, los complejos y los mitos se resuelven en melodía
y que, solo cuenta una voz murmurando las palabras de la tribu,
la recurrencia de lo que somos, de lo que vamos a ser....”
JULIO CORTÁZAR, Un tal Lucas.
o Siegfried ario puro, los complejos y los mitos se resuelven en melodía
y que, solo cuenta una voz murmurando las palabras de la tribu,
la recurrencia de lo que somos, de lo que vamos a ser....”
JULIO CORTÁZAR, Un tal Lucas.
En la introducción de Psicología del Arte, Leontiev sintetiza la propuesta de Vigotsky recuperando los postulados esenciales del libro e insistiendo en que los esfuerzos del autor se concentran en la comprensión de la función del arte en la vida de la sociedad y en la vida del hombre en tanto que ser sociohistórico.
Dice entonces que “Sensaciones, emociones y pasiones forman parte del contenido de una obra artística, pero son transformados por ella. Del mismo modo que la creación artística produce una transfiguración del material de que se compone la obra de arte, también provoca una metamorfosis de los sentimientos. La importancia de esta metamorfosis, para Vigotsky, radica en que trasciende los sentimientos individuales y los generaliza a un plano social. El sentido y la función de un poema sobre el dolor no es en modo alguno trasmitir al lector la aflicción del autor (…) sino modificar esa aflicción para que revele algo nuevo…”.
Y luego explica que para dar nombre al fundamental movimiento interno cristalizado en la estructura de una obra artística, Vigotsky habla de ‘catarsis’, pero entendida no en sentido freudiano sino como “la resolución de cierto conflicto estrictamente personal, la revelación de una verdad humana más elevada, más general, en los fenómenos de la existencia”.
Dice entonces que “Sensaciones, emociones y pasiones forman parte del contenido de una obra artística, pero son transformados por ella. Del mismo modo que la creación artística produce una transfiguración del material de que se compone la obra de arte, también provoca una metamorfosis de los sentimientos. La importancia de esta metamorfosis, para Vigotsky, radica en que trasciende los sentimientos individuales y los generaliza a un plano social. El sentido y la función de un poema sobre el dolor no es en modo alguno trasmitir al lector la aflicción del autor (…) sino modificar esa aflicción para que revele algo nuevo…”.
Y luego explica que para dar nombre al fundamental movimiento interno cristalizado en la estructura de una obra artística, Vigotsky habla de ‘catarsis’, pero entendida no en sentido freudiano sino como “la resolución de cierto conflicto estrictamente personal, la revelación de una verdad humana más elevada, más general, en los fenómenos de la existencia”.
Al retomar la producción de Vigotsky encontramos que, acorde a la perspectiva psicológica que defiende, realiza un breve análisis genético –genealógico[1]- de la función del arte. Cuenta que en los orígenes la música, la poesía, los cantos aparecían en relación a los trabajos físicos duros expresando los pensamientos y sentimientos de los trabajadores sobre el propio trabajo; era un acompañamiento indispensable en tanto organizaba el trabajo colectivo para luego dar alivio y relajación a la tensión dolorosa y martirizante, para hacerlo soportable. Pero dice también que una vez independizado el arte del trabajo manual, introducirá él mismo en la obra artística ese elemento que en un principio era generado por el propio trabajo: “Como veremos, el arte, incluso en sus manifestaciones más elevadas, totalmente desvinculado del trabajo y sin ninguna conexión directa con éste, ha seguido manteniendo las mismas funciones. Sigue teniendo que sistematizar, u organizar, el sentimiento social y dar alivio y relajación…”.
Este enfoque nos permite pensar una de las escenas finales de la película “El Amante” de Jean-Jaques Annaud[2], basada en la obra literaria homónima de Marguerite Duras. La historia transcurre en la Vietnam colonial en 1920, donde una adolescente francesa conoce a un apuesto y adinerado joven chino y, a pesar de la diferencia de edad y de condición socio-cultural, estalla entre ellos una relación pasional. Pero la intencionalidad de los encuentros y sus sentimientos se confunden cuando cobra relevancia la mediación del dinero. Él, condenado a establecer prontamente un matrimonio arreglado por su padre para poder heredar fortunas, trasmite un fuerte dolor por su amor desesperado -y desesperanzado- a la pequeña francesa, a la que ha iniciado sexualmente y a quién protege además de sus sufrimientos familiares. Ella, pese a haberse dejado seducir por el joven chino y a entregarse plenamente a él, se muestra luego indiferente a su demanda de amor y afirma que se ha implicado solo por dinero y curiosidad sexual. Se mantiene silenciosa, en un silencio intrigante, misterioso y aun erótico.
Sobre el final de la película, luego de que el hombre se hubiera casado, la niña regresa a Francia con su madre y hermano, en un barco desde el cual contempla a su hombre observándola a la distancia, como despidiéndose también en silencio. Al caer la noche, la niña sigue mirando hacia el mar desde la cubierta del barco y se escucha la voz en off que relata la historia “…y esa noche la música se había esparcido por la cubierta negra como una orden del cielo relacionada con algo desconocido, como una orden de Dios cuyo significado era inescrutable”, y entonces la niña desciende hacia un salón donde un pianista toca un vals de Frederick Chopin, apenas lo espía cuando quiebra en un llanto desolado y estremecida deja caer su cuerpo hasta quedar tirada en el piso, llorando. “Ella había llorado porque había pensado en ese hombre de Cholen, su amante…y de repente no estaba segura de no haberlo amado, como un amor que no había visto porque se había perdido en la historia como el agua en la arena, y lo estaba descubriendo ahora, en este momento de música lanzada por encima del mar…”.
Sobre el final de la película, luego de que el hombre se hubiera casado, la niña regresa a Francia con su madre y hermano, en un barco desde el cual contempla a su hombre observándola a la distancia, como despidiéndose también en silencio. Al caer la noche, la niña sigue mirando hacia el mar desde la cubierta del barco y se escucha la voz en off que relata la historia “…y esa noche la música se había esparcido por la cubierta negra como una orden del cielo relacionada con algo desconocido, como una orden de Dios cuyo significado era inescrutable”, y entonces la niña desciende hacia un salón donde un pianista toca un vals de Frederick Chopin, apenas lo espía cuando quiebra en un llanto desolado y estremecida deja caer su cuerpo hasta quedar tirada en el piso, llorando. “Ella había llorado porque había pensado en ese hombre de Cholen, su amante…y de repente no estaba segura de no haberlo amado, como un amor que no había visto porque se había perdido en la historia como el agua en la arena, y lo estaba descubriendo ahora, en este momento de música lanzada por encima del mar…”.
¿Por qué logra la obra de Chopin conmover a la niña? No es una pregunta por la particular técnica o contenido de la pieza musical, sino por su función, por su significado social. Siguiendo a Vigotsky, el arte permitiría liberar aquellas pasiones tumultosas que no pueden encauzarse y encontrar expresión en la vida normal, actuando con nuestros cuerpos y a través de ellos. Así mantienen al organismo en equilibrio, tal es la base biológica del arte que nuestro pensador recupera.
La niña de la película, al escuchar esa música imponente, quiebra su silencio con lágrimas y con el cuerpo entero. Podemos ver entonces como la música está aislada del comportamiento cotidiano y “actúa como un terremoto que saca a relucir estratos desconocidos y ocultos en nosotros”. Esta reorganización de los estados afectivos de los sujetos y de su pensamiento contribuirá a su vez en el desarrollo del psiquismo. Porque así como para hacer arte se requiere no solo de un sentimiento intenso sino de un acto creativo que permita dominar ese sentimiento, la percepción del arte también exige creatividad: no se trata de identificarse con el autor de la obra, experimentar sus mismos sentimientos o contagiarse de él: hay que dominar creativamente los propios sentimientos y encontrar la propia catarsis. En este sentido podemos pensar al arte como un recurso creador de nuevas formas para el pensamiento, como algo que da origen a formas enteramente nuevas de acción.
Entre Chopin y la joven francesa hay más de un siglo de distancia y de historia, pero su música logra convertirse en instrumento mediador para la niña. Es que no se trata de que el sentimiento surgido en una persona se socialice, sino que los sentimientos son sociales y externos, y se objetivizan, materializan, en objetos artísticos que se han convertido en herramientas de la sociedad ("ley de doble formación").
Así, no se trata de evaluar si la obra de arte es buena o mala, dependerá del uso que los hombres le den. En nuestro caso, es a través de la música que la niña descubre su potencia. Dice Vigotsky: “El arte introduce los efectos de la pasión, quebranta el equilibrio interno, modifica la voluntad, llevándola en una nueva dirección y agita sentimientos, emociones, pasiones y vicios sin los cuales la sociedad entraría en un estado inerte e inmóvil.”
La niña que había entregado al hombre su inocencia, su virginidad, su cuerpo, su pasión, no podía entregarle su amor. Pero gracias a esa noche en la que deja seducirse –esta vez- por el vals de Chopin, en ese instante en el que la fusión de sentimientos sociales hechos melodía la interpela y se detiene a escuchar la música -y su propia afectación- logra percatarse de las poderosas fuerzas que se escondían en su interior. ¿Por qué lloraba? ¿Por el hombre? ¿Por qué lo amaba en verdad? ¿Por lo que había dejado? No es indispensable explicarlo. El sentido quedará librado a la multipilicidad de experiencias, a los distintos mundos posibles.
La niña que había entregado al hombre su inocencia, su virginidad, su cuerpo, su pasión, no podía entregarle su amor. Pero gracias a esa noche en la que deja seducirse –esta vez- por el vals de Chopin, en ese instante en el que la fusión de sentimientos sociales hechos melodía la interpela y se detiene a escuchar la música -y su propia afectación- logra percatarse de las poderosas fuerzas que se escondían en su interior. ¿Por qué lloraba? ¿Por el hombre? ¿Por qué lo amaba en verdad? ¿Por lo que había dejado? No es indispensable explicarlo. El sentido quedará librado a la multipilicidad de experiencias, a los distintos mundos posibles.
[1] En sentido Foucaultiano. Genealogía.
[2] Título original: L´Amant. (1992) País: Francia, Reino Unido, Vietnam. Director: Jean- Jacques Annaud. Protagonistas: Jean March y Tony Leung.
[2] Título original: L´Amant. (1992) País: Francia, Reino Unido, Vietnam. Director: Jean- Jacques Annaud. Protagonistas: Jean March y Tony Leung.